Según UNICEF, en la Argentina el 30% de los niños y niñas son “pobres multidimensionales”
Por Ignacio Marchini
Los datos surgen de medir la pobreza de los pibes/as a partir de la suma de privaciones a las que están sometidos como resultado de condiciones de vida precarias. Esta precariedad que multiplica por 13 la chance de sufrir privaciones.
Lo que muestran los datos
El organismo internacional estimó que entre 3,3 y 4 millones de niñas, niños y adolescentes de entre 0 y 17 años de nuestro país entran en la categoría, con alrededor de 350.000 en condiciones de pobreza extrema, lo que representa un 8,4% del total.
La investigación titulada “Bienestar y pobreza en niñas, niños y adolescentes en Argentina”, encabezada por Sebastián Waisgrais, especialista en Monitoreo y Evaluación de UNICEF Argentina, junto a los economistas Jorge Paz, de IELDE, y Javier Curcio, consultor de UNICEF, busca estimar y analizar el nivel y la estructura de la pobreza en la niñez y la adolescencia en la Argentina a partir de datos de 2012 y 2015. Para su confección se utilizaron 28 indicadores de privación agrupados en 10 categorías (nutrición, salud, educación, información, saneamiento, vivienda, ambiente, protección contra la violencia, protección contra el trabajo infantil y juego e interacción social).
Las principales conclusiones del informe son preocupantes.
Además del elevado porcentaje, se calcula que los niños y niñas que viven en condiciones precarias tienen aproximadamente una chance 13 veces más elevada de sufrir privaciones, en comparación con aquellos que están en la cúspide de la pirámide social. El nivel de ingreso en cada familia resulta de suma importancia pero no es el único factor a considerar.
Entre las principales privaciones que sufren los niños y niñas de Argentina, están en orden decreciente, las de acceso a la tecnología de la información y la comunicación (televisión, telefonía o internet), la protección contra la violencia doméstica, el tiempo disponible para jugar y la salud. La falta de un acceso adecuado a estas cuatro dimensiones explica cerca del 63 por ciento de la pobreza total infantil en el país, mientras que el porcentaje faltante se distribuye entre las restantes en proporciones similares.
Asimismo, la desigual inversión y distribución de recursos a lo largo y ancho del país resultan determinantes. El norte del país presenta los índices más elevados de pobreza, mientras que el sur patagónico y la Ciudad de Buenos Aires se encuentran entre las zonas más favorecidas. Así, por ejemplo, la chance de experimentar privaciones de un niño que reside en una provincia del NOA es 6,5 veces más elevada que la de un niño de CABA.
Esta suma de factores hacen una experiencia de niñez privada de derechos y también condicionan las posibilidades que tendrán en el futuro en cuanto al acceso a la educación media y superior y a la igualdad de oportunidades en el mercado laboral, facilitando que sus hijos e hijas sufran las mismas privaciones, lo cual termina perpetuando la pobreza en las siguientes generaciones.
La multidimensionalidad
Tradicionalmente la pobreza se ha medido usando como criterio el consumo o el ingreso de las familias y como umbral la “línea de pobreza”, enfoque que resulta limitado en cuanto a la problemática planteada, como destacan los autores del documento: “En los últimos años, Argentina ha avanzado de manera significativa en la ampliación de los derechos del niño. La sanción de la Ley 26.061 y otras numerosas leyes en los ámbitos de protección social, así como la ratificación de la Convención sobre los Derechos del Niño (CDN), establecieron un nuevo paradigma de protección integral y reconocimiento de los niños y niñas como sujetos de derecho pleno”. Sin embargo, “los niños todavía experimentan brechas entre el derecho formal y su ejercicio efectivo según el lugar donde nacen y las características socioeconómicas y laborales de sus hogares”, problemáticas que son relegadas de las mediciones tradicionales. Un dato no menor, dado que un 19% de niños que no son pobres por ingresos sí lo son por dimensiones no monetarias (educación, vivienda inadecuada, etc.).
El enfoque multidimensional permite ajustar las políticas públicas para encarar las problemáticas más urgentes. Un claro ejemplo es la Asignación Universal por Hijo (AUH), que si bien eleva el nivel de ingreso/consumo por hogar y representa una medida positiva en cuanto a incrementar el nivel de riqueza en los hogares y a bajar la tasa de familias en condiciones de pobreza extrema, no impacta decisivamente en otros factores, como por ejemplo las políticas de protección contra el maltrato o el trabajo infantil. Además, el informe considera que la AUH estaría llegando sólo al 45% de niñas y niños identificados como multidimensionalmente pobres, por lo que es necesario un enfoque más estructural sobre las problemáticas que atañen a la niñez en el territorio nacional.