Por el derecho a ser niñxs
Ana Romero y Matías Ferro del Frente Salvador Herrera para Niñez y Territorio
«Habría que pensar que le ocurre a una sociedad que festeja cuando matan a un chico porque está asolando el barrio y no entiende que ese chico es producto de una sociedad que lo ha abandonado. Hemos llegado al absurdo de creer que hay que protegerse de los niños y no ampararlos»
Morlachetti, revista Malas Palabras
Sí. Él y yo vamos a la misma escuela. A él le pegan en la escuela. ¡¿En serio?! ¿Por qué le pegan? Y… porque no lo conocen.
Desde nuestras prácticas de educación popular entendemos que todxs sabemos algo y todxs ignoramos algo. En este caso, ellas y ellos saben que la violencia muchas veces es una forma de respuesta a lo desconocido. Un reflejo del miedo que tenemos adentro. Miedo impuesto desde arriba. Miedo de nosotrxs mismos para que no nos juntemos. Incluso, que le tengamos miedo a ciertos pibes y pibas. Entonces si alguien se lxs cruza no ve un pibe, ve un miedo. Una posibilidad es que trate de evitarlo. Otra que lo termine humillando en eso que llaman “linchamiento” olvidándose que es una persona con derechos humanos. Porque claro, ve una cosa, un miedo ante el que tiene que mostrarse todopoderoso, superior, certero. Y si quien se lo cruza tiene un uniforme es posible que la humillación llegue hasta el asesinato que paradójicamente no disminuye o elimina el miedo, sino que lo reaviva y lo alimenta.
El tratamiento que viene dando el gobierno (y los medios de comunicación) sobre la baja de edad de imputabilidad y los jóvenes en conflicto con la ley penal, lejos está de ser una solución para las causas de fondo del problema. Quienes vivimos en los márgenes de la sociedad, eso lo tenemos claro: la multiplicación de casos de gatillo fácil y la voz de alto como anticipo de una bala con destinos prefijados son lxs pibes de los barrios pobres. La violencia institucional, policial y judicial que sufre la sobra de una sociedad que se consume a sí misma.
Quienes vivimos en los márgenes sabemos que la bala no es la solución, tampoco la condena. Sabemos también que desde que el servicio penitenciario argentino abrió sus puertas en 1877 el delito no ha parado de crecer y superarse a sí mismo. La discusión de fondo es qué pensamos como sociedad de nosotrxs mismos, qué pensamos de nuestros pibes. ¿Vamos a colocarlos en una cárcel cada vez que no sepamos qué hacer con ellxs? Necesitamos un Estado que saque a los narcos que le venden venenos a nuestros pibes en los barrios, a la policía corrupta y cómplice, que erradique la violencia institucional y judicial. Queremos un estado que garantice una educación crítica para poder construir presentes y futuros dignos.
Las organizaciones que laburamos día a día en los barrios, con los pibes y las pibas, carentes ellxs y nosotros de todo lo necesario para la tarea por la ausencia de políticas socioeducativas que promuevan el buen vivir, tenemos un compromiso de vida que no es caritativo, ni piadoso, ni asistencial; al decir del pedagogo brasilero, Paulo Freire, es un compromiso político y amoroso. No queremos que envíen a nuestrxs pibxs a las cárceles ni llorarlos al ver sus cuerpos caídos en los programas de televisión para el morbo social. Las organizaciones que laburamos en los barrios, sabemos que si la policía dispara el que apunta es el gobierno, que nuestra lucha es contra el hambre mientras el mal gobierno reparte plomo y papel a los estómagos de nuestros hijxs.
Cuando decimos que como organización apostamos por la vía comunitaria una de las cosas que queremos decir es que apostamos a la solidaridad y a la confianza. Sabemos que ante las tempestades la solución no es andarse persiguiendo unos a otros a ver quién tiene la culpa, sino amucharse y abrir el corazón. Ofrecer un plato de comida caliente, abrazos, espacios de escucha y cuidado. Y también mirar para arriba (porque hasta ahora siempre llovió de arriba para abajo).
Actualmente, las noticias tristes se suceden unas a otras. Saber que en este país con tantas riquezas el 62% de lxs pibxs está en situación de pobreza es una de esas que no se le escapa a nadie. Pero sabemos que no se trata de algo que sucedió sin que nadie se diera cuenta. Es una decisión política. La de dejar afuera a muchxs porque el poder les tiene miedo. La de inventar fronteras en la sociedad para ir amasando el miedo y la desconfianza, que permita pensar que la desigualdad y la violencia son producto de los más humildes, y no la estrategia de los poderosos para perpetuarse.
Galeano decía día tras día, se niega a los niños el derecho de ser niños. El mundo trata a los niños ricos como si fueran dinero, para que se acostumbren a actuar como el dinero actúa. El mundo trata a los niños pobres como si fueran basura, para que se conviertan en basura. Y a los del medio, a los niños que no son ricos ni pobres, los tiene atados a la pata del televisor, para que desde muy temprano acepten, como destino, la vida prisionera. Mucha magia y mucha suerte tienen los niños que consiguen ser niños.
Lxs convocamos a confiar en nuestrxs pibxs. A que veamos pibxs sujetos con derechos, sujetxs de política, con palabras para decirnos y enseñarnos, pibes y pibas con sueños para realizar. No son un miedo o una amenaza. Lxs convocamos a hacer realidad eso de que “son el futuro” desde el presente, con todos y todas.
Nos convocamos a rebelarnos y mover una digna rabia frente a esta injusticia, a pelear para transformar esta realidad (porque va a haber que pelear).
Ni un pibe ni piba menos
Con ternura venceremos