Maia y el Tesoro de los culpables
(Por Aldana Sardelli)
Apareció Maia, pero la felicidad por saberla “a salvo” solo maquilla un dolor constante, esconde la amarga certeza de saber que son en realidad cientos de miles las niñas, niños y adolescentes que viven en los márgenes de la dignidad. Gracias a la organización popular, Maia apareció repentina y forzosamente ante los ojos del estado. Gracias a la convicción de una comunidad que decidió intervenir, a los medios no les quedó otra que hacerla visible.
En estos últimos días su nombre pareció ser “el tesoro encontrado” por los operativos policiales ante la sorpresa de algunos medios que ya la daban por muerta. Por un momento el estado dejó de hablar de la peligrosidad de la pobreza para celebrar la restitución de derechos luego de una larga cadena de cegueras planificadas. Los medios se indignaron por sus condiciones de vida preguntándose quién sería “el intendente” capaz de permitir tal atrocidad humana y se siguió culpabilizando a la madre por encima del nombre de Carlos Alberto Savanz, su secuestrador.
No podemos dejar de pronunciarnos, porque la niñez vulnerada es una herida que no deja de sangrar y este círculo violento se repite día a día. Porque la visibilidad de este caso obligó a las fuerzas policiales a accionar en conjunto, esta vez para garantizar la integridad de una niña cuando a diario atentan contra sus derechos ya que parece que hay niñeces que valen más que otras. Lxs niños, niñas y jóvenes en situación de vulnerabilidad social aparecen en boca de todxs sólo cuando desaparecen o cuando “son peligrosxs.” Esa oscilación entre el peligro y la peligrosidad también se construye desde la desidia estatal. Se construye desde las carentes políticas públicas en torno a las infancias, desde las paupérrimas condiciones laborales para quienes deciden no ser indiferentes, desde la falta de regulación sobre el accionar mediático.
Porque parece que la preocupación puede ser selectiva, continuamos organizando la rabia y tejiendo los lazos comunitarios que forman puentes entre la desidia y la dignidad, seguimos exigiendo que no haya más niñas que lamentar!